“La naturaleza
de las cosas”
En enero de 1828,
cuando el libertador Simón Bolívar se preparaba para ir Bogotá, se encontraba un
poco triste y angustiado debido a que antes había escuchado que Francisco de
Paula Santander había hecho advertencia ante en congreso de la república: “que
no venga; Tal es su influencia y la fuerza secreta de su voluntad que yo mismo
en infinidad de ocasiones me he acercado a él lleno de venganza y sólo el verle
y oírle me ha desarmado y he salido lleno de admiración”
Además, un periódico
capitalino lo había acusado de venir a la Gran Colombia a imitar el golpe de Estado
perpetrado por Napoleón en Versalles.
La acusación no
era para menos pues se preparaba el libertador para asumir la presidencia de la
Gran Colombia. Pero a raíz de la publicación, en actitud resuelta proclamó una
nueva asamblea nacional constituyente.
En la proclama afirmó
que “Yo lo digo altamente: la república se pierde, o se me confiere una inmensa
autoridad. Yo no confío en los traidores de Bogotá, ni en los del sur. La gran
convención no se reunirá jamás sí yo no destruyo antes a los facciosos. El diablo
está en el Congreso“.
La Asamblea
Nacional Constituyente era una de las formas conque el libertador garantizaba
la libertad de su idolatría. Por eso, luego de varios meses, le volvió el ánimo
cuando en Ocaña se instauró la convención con 108 diputados divididos
principalmente en dos partidos: el de Bolívar y el de Santander; con el fin de decidir
que tipo de gobierno regiría el futuro de nuestra nación.
Respetuoso de
la Constitución y de la separación de poderes, se negó el libertador a ir a
Ocaña para no inferir en la decisión de los asambleístas pero se instaló en
Bucaramanga donde se mantenía informado rápidamente y de primera mano de las
desiciones.
Cuando sus
partidarios le pedían que fuera a la convención o le llegaban noticias que
Santander sacaba ventaja pues estaba inmerso como asambleísta, organizaba el
orden de la votación de los artículos y además, urdía contra él, dijo en un
tono irónico: “La sala de convención podria
ser para mí lo que el Capitolio para Cesar; no porque ninguno de los miembros fuese capaz
de un acto semejante, sino porque no faltarían esbirros para eso”
Mientras tanto,
el libertador hacía cuentas como lo haría cualquier presidente de Suramérica: “los
federalistas son pocos, mis enemigos menos; pero la inacción de muchos iguala a
la actividad de los pocos. Las tropas me aman bastante, lo mismo el pueblo bajo
y la iglesia”. Creía contar con 60 votos fijos. Mientras calculaba que
Santander no pasaba de 20.
Lo extraño de
todo esto -y hay motivo de asombro- es que el libertador ahora le apuntaba a
una dictadura no dándose cuenta de la paradoja que aquellos que combatió al
comienzo son ahora sus punto de apoyo o imitación.
La Convención
llega a su final con una derrota para Santander. O, desde otro ángulo, victoria
pacífica para el libertador que en su proclama afirmó: “Cualquiera de mis
enemigos de Colombia no dejaría dar la señal no sólo para mi asesinato sino
para el de todos mis amigos. Tales son nuestros liberales: crueles sanguinarios,
frenéticos, intolerantes y cubriendo sus crímenes con la palabra libertad que
no temen profanar”.
Fue así como
desde Bucaramanga llegó triunfante a Bogotá a tomar posesión de su destino. Posteriormente,
luego de la conspiración septembrina por el intento de asesinato del que escapó
lanzándose por la ventana del palacio presidencial y escondiéndose bajo un
puente, se le escuchó la frase de agradecimiento a su amada Manuela:
“tu eres la
libertadora del libertador”.
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