miércoles, 13 de mayo de 2020

Educarlos para la vida

En conversación con un excelente amigo que es como mi hermano por ese principio que me encontré hace poco que dice que después de 30 años de amistad surge uno, me decía que “si traemos a la actualidad un administrador, ingeniero, arquitecto, abogado, médico o profesor que existieron hace más de 100 años; para los cinco primeros sería imposible trabajar, deberían primero ir a hacer una homologación de sus conocimientos debido a los cambios drásticos y avances que ha habido en sus profesiones. En cambio el profesor llegaría a trabajar o enseñar de una vez pues los cambios son mínimos en los métodos de hoy comparados con los de hace 100 años: profesor, salón, alumnos, tablero, tiza, el profe explicando, participación de los muchachos, trabajo en el libro, saquen una hoja y tarea para la casa. Me recalcó que la forma cómo les enseñaron a nuestros abuelos y bisabuelos es la misma cómo les enseñan hoy a nuestros hijos”. Bueno, digamos que si ha habido un gran cambio, le repliqué: los tableros son para marcador borrable por eso de que la tiza les daba mucha rinitis a los profesores. Y, las tareas -por los afanes de hoy- casi todas las hacen los padres. Este argumento me trajo a la memoria a la doctora y educadora Sonia Díez, que se pregunta: ¿le damos demasiada importancia a las notas de nuestros hijos? “Dice que solemos pensar que la evaluación es sinónimo de medición. Que acabamos pensando que sólo es importante aquello que medimos. Es verdad que a muchas familias le da seguridad tener la referencia de las notas. Además dice que los padres no somos guardianes de nuestros hijos, estamos llamados a quererlos, amarlos, respetarlos, acompañarlos, estar a su lado para cuando den un paso en falso tengan a quien acudir. Pero no estamos llamados los padres a colocar los peldaños por los que ellos tendrán que transitar. Son ellos los que tienen que ir encontrando progresivamente su camino”. Ciertamente es muy difícil que los niños se eduquen sin padres pues son absolutamente necesarios para los valores, cualidades positivas e inteligencia emocional. Lo mismo que a ser generoso, respetuoso, amoroso no se aprende en la escuela; se adquiere en el seno de la familia que debe enseñarles con el ejemplo. Pues el ejemplo es primordial. En cuanto a las habilidades adquiridas en la infancia y en la adolescencia van a servir para ser capaz de enfrentarse y controlar las emociones y decepciones, Llevarse bien con otras personas, pues estas van a marcar la diferencia. Por otra parte, la inteligencia académica -la que aprenden en la escuela- tiene que ver con la vida emocional. Pero, no ofrece ninguna preparación para trastornos u oportunidades de la vida. Las personas mas brillantes académicamente pueden perderse o hundirse en las pasiones desenfrenadas o los impulsos incontrolables. Personas con un Cociente Intelectual elevado pueden manejar increíblemente mal su vida privada. De esta forma, nuestras escuelas y colegios se concentran en las habilidades académicas, alimentan la inteligencia académica y el CI e ignoran la inteligencia emocional: Conjunto de rasgos que se asemejan al carácter que tienen enorme importancia para nuestro destino. En el mundo ninguna inteligencia es tan importante como la emocional. Si no la tenemos desde niños elegiremos inadecuadamente muchas decisiones de la vida. El psicólogo, periodista y escritor estadounidense Daniel Goleman, afirma en su libro La Inteligencia Emocional que “siempre hemos tenido la impresión de que si en una persona su cociente intelectual es muy alto, el éxito de su vida estaba garantizado; pero como vemos, se debe tener en cuenta de manera prioritaria la inteligencia emocional, la importancia del carácter, la confianza en si mismo, la persistencia y la paciencia. Todo ser humano si se lo propone puede ser escultor de su propio cerebro. Si en medio de la dificultad, en medio de la adversidad, en medio del miedo, en medio de las emociones, en medio del reto; seguimos con confianza, tenemos fe en nosotros y activamos nuestra inteligencia emocional podemos sacar adelante nuestros proyectos”. Para concluir, podemos reinventarnos, podemos cambiar nuestro cerebro. Por eso, si cambiamos nuestra mente, si cambiamos como reaccionamos instintivamente, si hacemos una pausa antes de reaccionar y herir, también cambiamos nuestra vida. Le di un abrazo a mi hermano y le dije: tienes toda la razón, lo que debemos hoy es pensar en nuestros muchachos y educarlos en base a la inteligencia emocional. Preocuparnos menos por las notas. Y, que sean unos excelentes seres humanos. -¿Para que tantas personas más preparadas que un yogur si son pésimos seres humanos y de sobremesa corruptos?- le repliqué.

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