lunes, 13 de enero de 2020

La academia y la política

Nuestro país viene atravesando desde hace varios años situaciones de corrupción total. Tanto que parecemos una Cleptocracia. Permítame definir la palabra Cleptocracia: el diccionario de la real academia española la define como un sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos. Así las cosas, si le prestamos atención a los pequeños, medianos y grandes escándalos de corrupción encontramos que detrás -lastimosamente- siempre hay abogados. De todas maneras el gobierno y la academia hacen ingentes esfuerzos con el fin de asegurar el ejercicio digno de la profesión de abogado. Por todos los medios tratan de brindar a la sociedad juristas formados con perspectiva moral y principios inquebrantables. De hecho, las universidades enseñan en la materia de Ética el libro: “Los mandamientos del abogado” del doctor en derecho y ciencias sociales Eduardo Juan Couture Etcheverry, que fue un prestigioso abogado y profesor uruguayo que nos los dejó así: Estudia: El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado. Piensa: El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando. Trabaja: La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia. Lucha: Tu deber es luchar por el derecho: pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia. Sé leal: Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aún cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas. Tolera: Tolerar la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya. Ten paciencia: El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración. Ten fe: Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz. Olvida: La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fuera cargada tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota. Y por último, Ama a tu profesión: Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado. Por otra parte, nuestro Nobel Gabriel García Márquez por allá en 1947 se matriculó en la Universidad Nacional en la capital Bogotá en la carrera de derecho. Pretendía ser abogado. Logró estudiar primer y segundo año que los ganó sin problemas. Pero el tercer año lo reprobó por perder tres materias. Parece que no se enteró sino hasta cuando fue a la universidad a matricularse para cuarto año y le informaron que había perdido el año anterior. Hasta ahí le duró las ganas de ser abogado; abandonó y se dedicó a ser escritor. Hubiera sido un honor haber tenido a Gabo entre los abogados de Colombia pero tuvo el coraje y la responsabilidad de afrontar las consecuencias y nunca pretendió hacer la mínima trampa para graduarse. Mejor se fue. Yo, pretendo ser uno de los mejores abogados. Para esto me he preparado y estudiando durante 5 años. Han sido noches de trasnocho, lectura, análisis, escritura, preparar exámenes. Además, muchos madrugones a escribir, proyectar demandas y leer libros de jurisprudencia, doctrina, sentencias de las altas Cortes, los Códigos y la Constitución de 1991. Tuve la fortuna de tener excelentes pero exigentes profesores que no regalan ni un milímetro y que para ganarles la materia hubo que estudiar demasiado. Durante estos años combiné estudio, trabajo y familia. Por eso hoy es una pena, da lástima e impotencia que la Universidad de Medellín esté en entredicho por un caso mayúsculo de corrupción. La facultad de derecho pretendía graduar de abogado a un Senador de la república que sin el lleno de los requisitos quería lograrlo. En síntesis, no deberían permitir los rectores de la universidades del país inmiscuirse los políticos en la academia. Además, el Consejo Superior de la Judicatura y los colegios de abogados, deben estar muy atentos a que los egresados de las facultades de derecho solo sean los mejores. Este puede ser un gran paso para acabar con la corrupción que carcome a Colombia. Para concluir, el caso de la Universidad de Medellín es una muy difícil situación que deben resolver los entes de control, el Ministerio de Educación y el Consejo Superior de la judicatura. Pero no se puede olvidar que los hombres pasan y las instituciones quedan. Y, a ese político que ni por el verraco le permitan deshonrar la carrera de derecho. Que si quiere ser abogado que vaya a estudiar.

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