sábado, 9 de marzo de 2019

El caso de las empanadas

En Londres, Inglaterra, el 26 de agosto de 2017 cocinaron una empanada de 153,1 kilogramos obteniendo así el Récord Guinness a la empanada más grande del mundo.

En Bogotála semana pasada un grupo de estudiantes y amigos entre sí, se dirigía a un puesto de empanadas -como el que tiene Lucho el lustradorque fue senador de la republica- a desayunar con una suculenta de papa con carne. Pero con en agravante de que el antojo lecostó 884.000 pesos por el comparendo que según la Policia Nacional se hicieron merecedores. 

En mi caso se ha vuelto una muy agradable costumbre salir los sábados en la tarde con mi familia al puesto de hamburguesas de la esquina del barrio a pasar un rato y comer una o dos para no cocinar y darle un descanso a nuestra ama y reinade casa. No tiene local, solo un parasol para vender en época de sequía porque en época de lluvias no puede salir. Sin embargo, la señora muy orgullosa dice que el negocio le ha dado para levantar y darle estudio a sus cuatro hijos. 

En Santa Marta en una esquina de la avenida el Libertador cerca al museo de la Quinta de San Pedro Alejandrino donde alguna vez reposaron los restos de nuestro ilustre Simón Bolívar, venden las mejores arepehuevo y empanadas que me haya podido comer en este mundo, por encima de las que venden en el parque de Envigado que tienen fama a nivel mundial de ser las más sabrosas. 

Lo mismo ocurre en Riohacha con un puesto callejero donde todos los días llega el vendedor de los mejores ceviches de camarón con ostras, cangrejo y jaiba. Estos son más sabrosos que cualquiera de los  preparados por los peruanos que según el paladar de muchos expertos son los mejores del mundo. 

EMaicaosale don Juan Iguaran en su triciclo con cuatro ollas repletas de friche, cazón, chivo asado o guisado y arroz. Todos los días regresa a su casa con las ollas raspadas porque su clientela fiel lo espera que pase a la hora del almuerzo. 
Y qué decir del rico peto en toda la Costa Caribe o la espectacular mazamorra en Antioquia que en ambas partes evendida por personas en triciclos que van pregonando con su cantar que se escucha desde lejos. 

Y, me podría quedar enumerando cientos de casos de colombianos que sobreviven con sus ventas callejeras que muchas veces son en la acera de lacasa o de las Acciones Comunales donde personas asociadas han construido la caseta comunal, la chanchael alcantarillado del barrio y hasta la escuelita a punta de la venta de empanadas.

¿Qué va a pasar con los miles de colombianos y venezolanos que diariamente se consiguen el sustento en la Costa Caribe vendiendo tinto? 

El presidente Santos nos dejó la ley 1801 de 2016 dando un vuelco a las relaciones entre la policía y los colombianos: El nuevo código de policía.
Precisamente, hay que ser justos al afirmar que no se reformaba desde hacía 40 años. Y, además, se buscó darle nuevas armas a la policía para apaciguar -según nuestros legisladores- el desbordado desorden ciudadano. Sin embargo han sido muchos los temores de la ciudadanía debido a varios artículos de esta ley que se asemejan a las promulgadas en la época de estado de sitio o toques de queda donde la ciudadanía le tenía pavor a la fuerza pública. 
Ahora bienhay en esta ley artículos muy extraños con márgenes gigantes para que sea la policía la que decida sobre asuntos que deberían ser decididos por un juez de la república. A su vez, unade tal magnitud no se podía legislar -por los afanesal estilo de un pupitrazo limpio.
De otra parte, el Legislativo debe ser muy prudente y analizar de fondo todos estos artículos de  leyes que van en contra de arraigadas costumbres de los colombianos para no poner a la Policia Nacional a pelear con los ciudadanos. También, de vez en cuando nuestros legisladores deben poner sus pies sobre la tierra y salir a las esquinas y semáforos a ver a miles de colombianos y venezolanos vendiendo dulces o haciendo malabares para ganarse el pan de cada día por falta de oportunidades laborales dignas. 

En ese escenario, la relación entre policía y ciudadano debe ser de concordia, confianza, armonía, que a la ciudadanía le dé alegría -no temor- ver llegar o pasar la patrulla porque todo debe ser posible en un país donde todos los días miles de personas salen a vender en puestos callejeros para ganarse el sostén de la familia y apoyarse en la economía naranja de la que tanto se siente orgulloso nuestro presidente Duque. 

En síntesis, el caso de las empanadas tiene verracos a los jóvenes del país que sienten estas leyes como abusivas y fuera de contexto.

Se puede concluir que solo falta que los jóvenes colombianos inscriban el caso en los récord Guinness para que compartan Inglaterra y Colombia algo más en sus relaciones bilaterales: las empanadas, una más grande y la otramás cara. 

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